viernes, 31 de diciembre de 2010

Planeta privilegiado 1 de 6

El principio de mediocridad, formulado por John Richard Gott en 1.969 afirma que no existen observadores privilegiados para un fenómeno dado, que en su aplicación a la cosmología dice que no existe nada intrínsecamente especial acerca de la Tierra. Según este principio la Tierra es un planeta relativamente ordinario orbitando una estrella ordinaria en una galaxia ordinaria que a su vez es parte de un número indeterminado de galaxias en un universo cuya delimitación espacial ni siquiera está definida con certeza. Este principio lo deriva de la secuencia de descubrimientos que desde Copérnico han ido quitando importancia a la posición de la Tierra en el espacio y, también, de su lógica que le llevó, por ejemplo, a calcular en 1.969, haciendo uso de este principio, que con un 50 % de probabilidad el muro de Berlín no duraría más de 24 años (sabemos que fue derribado en 1.989).
La formulación matemática de este principio la escribió con dos inecuaciones que contienen dos variables: el tiempo transcurrido desde que se produjo un determinado hecho (t actual) y la probabilidad (f) de que al hecho le reste un determinado tiempo (t restante):

 \frac{\tau_{actual}}{\left| (f+1)/(f-1) \right|} < \tau_{restante} < \tau_{actual} \times \left| \frac{f+1}{f-1} \right|

El razonamiento que hizo cuando el Muro tenía 8 años para estimar cuántos años le restarían de vida es el siguiente: a lo largo de toda la vida del Muro, multitud de personas se harían la misma pregunta que él, y que no había ninguna razón para suponer que él se la estaba haciendo en un momento especialmente significativo de la historia del Muro. Determinó, de esta manera que, con una probabilidad del 50 %, siendo t actual = 8 años, el t restante estaría comprendido entre 2,66 años y 24 años. Sabido es que 20 años después de su predicción, en 1.989, el Muro de Barlín fué derruido, por lo que Gott adquirió prestigio con su predicción.
Para comprobar sisus inecuaciones son correctas hagamos las cuentas como si Gott, en 1.984, es decir, 23 años después de la instalación del Muro, se hubiera hecho la misma pregunta; los datos serían: t actual = 23 años; f = 0,5. Con estos datos los resultados son: t restante mayor que 7,67 años y menor que 69 años. Gott no hubiera acertado; además estos resultados no son coherentes con el principio del que las dice derivar porque los resultados que se deberían obtener debieran ser los mismos en valor absoluto fuera cual fuera el momento del tiempo en el que se hicera la estimación.Además es fácil darse cuenta de la tomadura de pelo de Gott con unos básicos conocimientos de probabilidad: el resultado que se obtiene en su predicción de 1.969 es que con un 50 % de probabilidad el Muro caerá en más de 2,66 años y en menos de 24. La afirmación complementaria es que con un 50 % de probabilidad en muro caerá en menos de 2,66 años y en más de 24 años. La analogía sería: si tiro una moneda con un 50 % de probabilidad saldrá cara y, complementariamente, con un 50 % de probabilidad no saldrá cara, que es lo mismo que decir que saldrá cruz. Un tio listo este Gott.
Sin embargo hay otros que no se conforman del todo con este principio y afirman que de las múltiples, quizá infinitas localizaciones que podríamos tener en el Universo, la que realmente ocupamos tiene claras ventajas en relación con la observación del resto del Universo.

viernes, 12 de noviembre de 2010

Principio antrópico

Para empezar vamos a dejar hablar a un especialista y después entraremos un poquito a fondo en el principio .... antrópico; veremos argumentos a favor y en contra:



Vamos primero con un enunciado del principio: el hecho de que los hombres estemos aquí para preguntarnos cómo es el universo, entre otras preguntas, hace obligatorio que el universo sea de una manera determinada; o de otra forma: solo con las condiciones físicas que hay en nuestro universo es posible que haya vida humana; si estas condiciones se apartarán minimamente de las que realmente son, los hombres no existiríamos; o de una tercera forma: "Si en el Universo se deben verificar ciertas condiciones para nuestra existencia, dichas condiciones se verifican, ya que nosotros existimos".

Manuel Carreira, doctor en Ciencias físicas, teología, filosofía y reputado astrofísico, señala
que si la masa del universo en vez de ser 10 elevado a la 56 potencia hubiese sido 10 a la 57 o 10 a la 55 ; las consecuencias hubiesen hecho imposible la vida humana. Y si la relación entre la carga positiva y negativa del protón y el electrón fuese distinta a la que es; es decir, si el protón no fuese 1836 veces más pesado que el electrón, entonces no estaríamos aquí. Y si la interacción de las fuerzas electromagnéticas y la gravitatorias fuese distinta a la actual; es decir, si dejase de ser la interacción electromagnética entre dos electrones 10 elevado a la 39 potencia (10 elevado a 39 es el número de Weil) mayor que la gravitatoria, entonces también dejaríamos de existir.

Si la atracción gravitatoria no hubiese sido muchos órdenes de magnitud menor que la repulsión eléctrica, las estrellas hubieran colapsado mucho tiempo antes de que los procesos nucleares hubieran podido dar lugar a los elementos de la tabla periódica a partir del hidrógeno y el deuterio primigenios. La formación de la complejidad química que nos rodea parece requerir un universo de al menos algunos miles de millones de años de edad. Pero una edad avanzada no es todo lo que uno necesita. La síntesis de elementos pesados en las estrellas depende sensiblemente de las propiedades y de las abundancias relativas del deuterio y el helio generados en el universo temprano. El deuterio podría perfectamente no haber existido si la relación entre los valores de las masas del protón y del neutrón fuera ligeramente diferente. Las abundancias relativas de hidrógeno y helio también dependen fuertemente de este parámetro

Y si el Sol fuese un 10 % mayor o menor de lo que es, no estaríamos aquí. Ni tampoco sería posible la vida human si la Tierra estuviese un 10% más cerca o lejos del Sol, o si la Luna no estuviese en torno a la Tierra a la distancia y con la masa con la que está.

Por limitarnos a un ejemplo concreto, la incidencia del planeta Luna en la vida humana es del todo fundamenta, ya que sin ella, la Tierra giraría mucho más rápido sobre sí misma, y se originarían unos vientos huracanados que harían imposible la vida humana. La gravedad de la Luna sobre la Tierra provoca que el eje de giro de la Tierra no sea perpendicular al plano de su órbita, lo que provoca las cuatro estaciones -primavera, verano, otoño e invierno- con la consiguiente renovación de la naturaleza, y se distribuye el calor del sol de una forma mucho más uniforme en toda la superficie terrestre. Si no existiese la Luna, y la Tierra tuviese en consecuencia el giro vertical, habría una franja central abrasada de calor y dos franjas extremas heladas impracticables para la vida humana; lo cual sería incompatible con la evolución vital. Sin embargo, la Luna actúa como balancín, y mantiene la inclinación del eje de la Tierra a 23'5 grados, justo lo necesario para que las condiciones de vida sean posibles.
Es decir, el mundo ha sido creado con un ajuste finísimo en su parámetros, hasta el decimal 50 de algunas de las constantes que definen las propiedades de la materia, para que haya sido posible que en la Tierra haya aparecido la vida inteligente. Einstein afirmaba en los últimos días de su vida, que para él la gran pregunta era si el Creador tuvo alternativas cuando creó el mundo, o si una vez que tomó la decisión de crearlo, tuvo que hacerlo exactamente como lo ha hecho, para que la vida humana fuese posible.

Hawking escribió en Historia del Tiempo: "vemos el universo en la forma que es porque nosotros existimos". Las leyes de la ciencia, tal como las conocemos actualmente, contienen muchas cantidades fundamentales, como la magnitud de la carga eléctrica del electrón y la relación entre las masas del protón y del electrón. Nosotros no podemos, al menos por el momento, predecir los valores de esas cantidades a partir de la teoría; tenemos que hallarlos mediante la observación. Puede ser que un día descubramos una teoría unificada completa que prediga todas esas cantidades, pero también es posible que algunas, o todas ellas, varíen de un universo a otro, o dentro de uno único. El hecho notable es que los valores de esas cantidades parecen haber sido ajustadas sutilmente para hacer posible el desarrollo de la vida. Por ejemplo, si la carga eléctrica del electrón hubiese sido sólo ligeramente diferente, las estrellas, o habría sido incapaces de quemar hidrógeno y helio, o, por
contrario, no habrían explotado.

Por supuesto, podría haber otras formas de vida inteligente, no imaginadas ni siquiera por los escritores de ciencia ficción, que no necesitasen la luz de una estrella como el Sol o los elementos químicos más pesados que son fabricados en las estrellas y devueltos al espacio cuando éstas explotan. No obstante, parece evidente que hay relativamente pocas gamas de valores para las cantidades citadas, que permitirían el desarrollo de cualquier forma de vida inteligente. La mayor parte de los conjuntos de valores darían lugar a universos que, aunque podrían ser muy hermosos, no podrían contener a nadie capaz de maravillarse de esa belleza. Esto puede tomarse o bien como prueba de un propósito divino en la Creación y en la elección de las leyes de la ciencia, o bien como sostén del principio antrópico fuerte.

Pueden ponerse varias objeciones a este principio como explicación del estado observado del universo. En primer lugar, ¿en qué sentido puede decirse que existen todos esos universos diferentes? Si están realmente separados unos de otros, lo que ocurra en otro universo no puede tener ninguna consecuencia observable en el nuestro. Debemos, por lo tanto, utilizar el principio de economía y eliminarlos de la teoría. Si, por otro lado, hay diferentes regiones de un único universo, las leyes de la ciencia tendrían que ser las mismas en cada región, porque de otro modo uno no podría moverse con continuidad de una región a otra. En este caso las únicas diferencias entre las regiones estarían en sus configuraciones iniciales, y, por tanto, el principio antrópico fuerte se reduciría al débil.

Una segunda objeción al principia antrópico fuerte es nueva contra la corriente de toda la historia de la ciencia. Hemos evolucionado desde las cosmologías geocéntricas de Ptolomeo y sus antecesores, a través de la cosmología heliocéntrica de Copérnico y Galileo, hasta la visión moderna, en la que la Tierra es un planeta de tamaño medio que gira alrededor de tina estrella corriente en los suburbios exteriores de una galaxia espiral ordinaria, la cual, a su vez, es solamente una entre el billón de galaxias del universo observable. A pesar de ello, el principio antrópico fuerte pretendería que toda esa vasta construcción existe simplemente para nosotros. Eso es muy difícil de creer. Nuestro sistema solar es ciertamente un requisito previo para nuestra existencia, y esto se podría extender al conjunto de nuestra galaxia, para tener en cuenta la necesidad de una generación temprana de estrellas que creasen los elementos más pesados. Pero no parece haber ninguna necesidad ni de todas las otras galaxias ni de que el universo sea tan uniforme y similar, a gran escala, en todas las direcciones.
Uno podría sentirse más satisfecho con el principio antrópico, al menos en su versión débil, si se pudiese probar que un buen número de diferentes configuraciones iniciales del universo habrían evolucionado hasta producir un universo como el que observamos. Si éste fuese el caso, un universo que se desarrollase a partir de algún tipo de condiciones iniciales aleatorias debería contener varias regiones que fuesen suaves y uniformes y que fuesen adecuadas para la evolución de vida inteligente. Por el contrario, si el estado inicial del universo tuvo que ser elegido con extremo cuidado para conducir a una situación como la que vemos a nuestro alrededor, sería improbable que el universo contuviese alguna región en la que apareciese la vida.

En el modelo del big bang caliente descrito anteriormente, no hubo tiempo suficiente para que el calor fluyese de una región a otra en el universo primitivo. Esto significa que en el estado inicial del universo tendría que haber habido exactamente la misma temperatura en todas partes, para explicar el hecho de que la radiación de fondo de microondas tenga la misma temperatura en todas las direcciones en que miremos. La velocidad de expansión inicial también tendría que haber sido elegida con mucha precisión, para que la velocidad de expansión fuese todavía tan próxima a la velocidad crítica necesaria para evitar colapsar de nuevo. Esto quiere decir que, si el modelo del big bang caliente fuese correcto desde el principio del tiempo, el estado inicial del universo tendría que haber sido elegido verdaderamente con mucho cuidado Sería muy difícil explicar por qué el universo debería haber comenzado justamente de esa manera, excepto si lo consideramos como el acto de un Dios que pretendiese crear seres como nosotros. Aquí termina Hawking este fragmento estraido de "Historia del tiempo".

Que nosotros existimos es, pues, un dato; que el universo es como es, también es un dato. Y tenemos derecho a preguntarnos: ¿por qué el universo es como es?. A la pregunta: ¿por qué existimos nosotros? una respuesta, aún parcial es: porque el universo es como es. Asi que si encontramos la respuesta a la pregunta: ¿por qué el universo es como es?, tendremos ya parte de la respuesta a la pregunta: ¿por qué existimos nosotros?.

Los proponentes del principio antrópico sugieren que vivimos en un universo cuidadosamente ajustado, es decir, un universo que parece haber sido meticulosamente adaptado para permitir la existencia de la vida que conocemos. Si cualquiera de las constantes físicas básicas hubiese sido diferente, entonces la vida tal como la conocemos no habría sido posible.

En 1986 fue publicado por la Oxford University Press el controvertido libro El principio antrópico cosmológico escrito por John D. Barrow y Frank J. Tipler. En este libro Barrow, el famoso cosmólogo londinense, entonces en la Universidad de Sussex, hizo una incursión académica en lo que él llamó el principio antrópico y que pretendía explicar la aparentemente increíble serie de coincidencias que permiten nuestra presencia en un universo que parece haber sido perfectamente preparado para garantizar nuestra existencia. Todo lo que existe, desde las constantes energéticas concretas del electrón hasta el preciso nivel de la fuerza nuclear fuerte parece haber sido precisamente ajustado para nuestra existencia. La existencia de la vida basada en el carbono en este Universo es compatible con diversas variables independientes; y si alguna de estas variables independientes tuviera un valor ligeramente diferente, la vida basada en el carbono no podría existir. Así, el principio antrópico implica que nuestra habilidad (nuestra vida humana inteligente) para estudiar la cosmología implica en cualquier caso que todas las variables tengan el valor correcto.



Las características más básicas del Universo, incluidas propiedades como su forma, tamaño, edad y leyes de evolución, que deben ser observadas tienen que ser del tipo que permita la evolución de observadores, puesto que en otro universo posible donde la vida no pudiera evolucionar nadie estaría disponible para preguntarse la razón de la forma, tamaño, edad, y demás propiedades del Universo. A primera vista, tal observación podría parecer verdadera pero trivial. Sin embargo, ésta tiene implicaciones de gran alcance para la física, y no establece más que el simple hecho de que cualquier propiedad del Universo que pueda parecer inicialmente harto improbable pueda sólo verse en su verdadera perspectiva después de que hayamos contado con que ciertas propiedades del Universo son requisito previo necesario para la evolución y existencia de algún observador. Los valores medidos de muchas cantidades físicas y cosmológicas que definen nuestro Universo están circunscritas por la inevitable observación desde un lugar donde las condiciones son las apropiadas para que ocurra la evolución biológica y desde una época cósmica que exceda las escalas de tiempo astrofísicas y biológicas requeridas para el desarrollo de entornos que puedan soportar la bioquímica.

La definición del Principio Antrópico Débil (PAD) que dieron Barrow y Tipler fue la siguiente : Los valores observados de todas las cantidades físicas y cosmológicas no son igualmente probables, sino que toman valores restringidos por el requisito de que existan lugares donde pueda evolucionar la vida basada en el carbono y por el requisito de que el universo sea lo suficientemente viejo para que esta evolución ya haya ocurrido de hecho.

Por otra parte el premio Nóbel de física Steven Weinberg comenta en 1.999:

A veces [los argumentos antrópicos] equivalen a la afirmación de que las leyes de la naturaleza son las que son para nuestra existencia, sin más explicaciones. Esto parece ser no mucho más que un galimatías. Por otro lado, si realmente hay una cantidad enorme de mundos en los que algunas constantes toman valores diferentes, entonces la explicación antrópica de por qué en nuestro mundo estas constantes toman valores favorables para la vida es sólo sentido común, como explicar por qué vivimos en la Tierra más bien que en Mercurio o Plutón. El valor de la constante cosmológica recientemente medido mediante el estudio del movimiento de supernovas distantes
está en el rango que cabría esperar de este tipo de argumentaciones: es justo lo suficientemente pequeño para no interferir en la formación de las galaxias. Sin embargo, todavía no conocemos lo suficiente de física para decidir si realmente existen diferentes partes del universo donde lo que habitualmente llamamos constantes de la física toman valores diferentes. Ésta no es una pregunta sin esperanza; seremos capaces de responderla cuando conozcamos algo más de la teoría cuántica de la gravedad de lo que conocemos en la actualidad.

Y en palabras del físico y astrónomo Hugh Ross:

La existencia humana es posible porque las constantes de la física y los parámetros del universo y del planeta Tierra yacen dentro de unos rangos altamente restrictivos. John Wheeler y otros interpretan esas impresionantes "coincidencias" como prueba de que la existencia humana determina de alguna manera el diseño del universo. Dibujando un paralelismo ilógico con experimentos de elección retardada en mecánica cuántica, ellos dicen que las observaciones hechas por seres humanos influyen en el diseño del universo, no sólo ahora, sino en el principio de los tiempos. Tal versión de lo que se conoce como "principio antrópico" refleja lo que los filósofos y religiosos actuales están aprendiendo hacia la deificación del hombre. Estos no nos muestran ninguna evidencia de que los actos humanos del presente puedan afectar a eventos del pasado. Más aún, las constantes de la física y los parámetros del universo apuntan, más bien, hacia la existencia de un diseñador que trasciende las dimensiones y los límites del universo físico.

Michael Ikeda y Bill Jefferys han interpretado este argumento desde el punto de vista de la teoría de probabilidades, poniéndolo de la siguiente forma:

Si el universo es sólo consecuencia de leyes naturales, entonces la probabilidad de que un universo escogido al azar entre todos los universos posibles sea "hospitalario" con la vida, permitiendo su aparición y posterior desarrollo, es muy pequeña. Y por tanto se sigue que la probabilidad de un origen naturalista (quieren decir sin un diseño previo en un determinado sentido) del universo, dado el hecho observado de que el universo es "hospitalario" con la vida, es también pequeña.

Mi comentario: lo que se afirma en términos de probabilidad es que en el espacio muestral de los universos posibles hay un número incontable de universos posibles (en el espacio muestral de los resultados posibles de tirar un dado solo hay seis resultados posibles); se me ocurre, por ejemplo, que aun suponiendo todas las demás constantes físicas iguales a las de nuestro universo, cada valor de la relación entre la fuerza electromagnética de repulsión y la fuerza gravitatoria que se produce entre dos electrones podría haber dado lugar a un universo distinto; si en lugar de tener el valor 2,27778 por 10 elevado a la 39 potencia, que es exactamente el que tiene en nuestro universo, hubiera tenido el valor 2,27777 por 10 elevado a la 39 potencia se trataría probablemente de otra física y, por tanto, de otro universo. Y así podríamos rellenar folios y folios de posibles valores, representando cada valor una física distinta que daría lugar a un universo distinto. Ya ve cualquiera que haya estudiado algo de números reales que hay unos cuantos universos posibles: incontables.

Así que el universo en el que vivimos es un universo muy improbable, pero una vez que es como es, y evolucionando de acuerdo a las leyes de la física y la química, se presenta como probable la aparición de una vida basada en la química del carbono. De momento nos conformamos con decir vida; lo de vida inteligente a mi me parece que es estirar demasiado el argumento: una cosa es la física y la química y otra es la inteligencia. Hoy no toca.

Robert Jastrow, fundador y ex-director del Instituto Goddard por los Estudios del Espacio en la NASA:

Entonces, según el físico y el astrónomo, parece que el Universo fue construido dentro de limitaciones muy estrechas, en tal manera de que el hombre pudiera vivir en él. Este resultado se llama el principio antrópico. En mí opinión, este es el resultado más teísta que alguna vez haya venido de la ciencia... Realmente no sé qué debo pensar de este resultado—el Principio Antrópico (1984, pp. 21,22 énfasis en original). Jastrow, Robert (1984), “The Astronomer and God,” in The Intellectuals Speak Out About God,” ed. Abraham Varghese (New York: Regnery Gateway).

Freeman Dyson, del Instituto por el Estudio Avanzado en la Universidad de Princeton, comentó: “Cuando miramos el Universo e identificamos los muchos accidentes de la física y la astronomía que han trabajado juntamente para nuestro beneficio, casi pareciera que el Universo en algún sentido conociera que nosotros vendríamos” (1971, p. 50). Dyson, Freeman (1971), Scientific American, September.

Don Fred Hoyle, cosmólogo británico, tiene sentimientos aún más fuertes sobre el tema. Hablando de los requisitos precisos necesitados en la naturaleza para sintetizar los átomos apropiados de carbón e hidrógeno para la vida, el Dr. Hoyle observó:

Si usted quisiera producir carbón y oxígeno en cantidades aproximadamente iguales por nucleosíntesis estelar, estos son los dos niveles que necesitaría arreglar, y su arreglo debería estar justamente donde estos niveles realmente son encontrados...una interpretación llena de sentido común de los hechos sugiere que un superinteligente ha jugueteado con la física, como con la química y la biología, y que no existen fuerzas ciegas en la naturaleza que valgan la pena tratar (1954, 1:121). Hoyle, Fred (1954), in Astrophysics Journal Supplement; see also Hoyle, Fred (1964), Galaxies, Nuclei and Quasars (New York: Harper & Row).

Paul Davies también está turbado a causa de estos eventos.

Una inspección clara muestra que la Tierra está dotada de “conveniencias” aún más asombrosas. Sin la capa de ozono encima de la atmósfera, la radiación letal ultravioleta del sol nos destruiría, y sin la presencia de un campo magnético, las partículas subatómicas del cosmos inundarían la superficie de la Tierra. Considerando que el Universo esté lleno de violencia y cataclismos, nuestro propio rincón pequeño del cosmos goza de una tranquilidad benigna. Para aquellos que creen que Dios creó el mundo para la humanidad, debe parecer que todas estas condiciones no son de alguna manera un arreglo de circunstancias al azar o caprichosas, sino que reflejan un entorno preparado cuidadosamente en el cual los humanos pueden vivir holgadamente, un ecosistema pre-ordenado donde la vida encaja naturalmente e inevitablemente—un mundo hecho a la medida (1980, p. 143). Davies, Paul (1980), Other Worlds (New York: Simon & Schuster).

Hawking observó en 1.988:

Las leyes de la ciencia, como las conocemos hoy en día, contienen muchas cifras fundamentales, como la medida de la carga eléctrica del electrón y la proporción de las masas del protón y del electrón. No podemos, por lo menos en este tiempo, predecir los valores de estas cifras por la teoría—tenemos que encontrarlos por la observación. Puede ser que un día descubramos una teoría completamente unificada que los pronostique todos, pero también es posible que algunos o todos estos varíen de un Universo a otro Universo o dentro de un Universo singular. El hecho remarcable es que los valores de estas cifras parecen haber sido ajustados muy delicadamente para hacer posible el desarrollo de la vida. Por ejemplo si la carga eléctrica del electrón hubiera sido solo un poco diferente, las estrellas no podrían quemar hidrógeno y helio, o no explotarían. Por supuesto, podrían existir otras formas de vida inteligente, no imaginadas incluso por los escritores de ciencia-ficción, las cuales no requerirían la luz de una estrella como el Sol o los elementos químicos pesados que son producidos en las estrellas y lanzados al espacio cuando las estrellas explotan. Sin embargo, parece claro que existen relativamente pocas variedades de valores para las cifras que permitirían el desarrollo de cualquier forma de vida inteligente. Muchos grupos de valores darían origen a Universos que, aunque fueran muy hermosos, no tendrían alguien capaz de admirar esa hermosura. Uno puede tomar esto como una evidencia del propósito divino en la Creación y la elección de las leyes de la ciencia o como el apoyo para el principio antrópico fuerte (1988, p.125, énfasis añadido). Hawking, Stephen (1988), A Brief History of Time (New York: Bantam).

Davies ha afirmado, “Si creemos en solamente un Universo entonces el arreglo remarcablemente uniforme de la materia cósmica, y la frescura consiguiente del espacio, son casi milagrosos, una conclusión que se parece mucho al concepto religioso tradicional de un mundo construido por Dios con propósito para la habitación subsiguiente de la humanidad” (1980, p. 162).

Rothman trató acerca de a dónde guiaría la aceptación del Principio Antrópico Fuerte.

No hay un paso grande del PAF [Principio Antrópico Fuerte—LMC] hasta el Argumento del Diseño. Usted conoce el Argumento del Diseño: este dice que el Universo fue hecho con mucha precisión, y si fuera un poco diferente, el hombre no estaría aquí. Por consiguiente, Alguien lo ha hecho.

Cuando escribo estas palabras mi pluma se escandaliza, porque como un físico del siglo XX, conozco que el último paso es un paso de fe, no una conclusión lógica.

Cuando se confronta con el orden y la belleza del Universo y las coincidencias extrañas de la naturaleza, es muy tentador tomar el paso de fe desde la ciencia hasta la religión. Estoy seguro que muchos físicos quieren hacerlo. Solamente deseo que lo admitan (1987, 8[5]:99). Rothman, Tony (1987), “A ‘What You See Is What You Beget’ Theory,” Discover, 8[5]:90-99, May.

El físico John A. Wheeler, en el Prefacio de El principio cosmológico antrópico, escribía: “No es únicamente que el hombre esté adaptado al universo. El universo está adaptado al hombre. ¿Imagina un universo en el cual una u otra de las constantes físicas fundamentales sin dimensiones se alterase en un pequeño porcentaje en uno u otro sentido? En tal universo el hombre nunca hubiera existido. Este es el punto central del principio antrópico. Según este principio, en el centro de toda la maquinaria y diseño del mundo subyace un factor dador-de-vida”.

Carlo Rubbia, premio Nobel de Física (1984), en el curso de una entrevista se expresaba así: “Cuando observamos la naturaleza quedamos siempre impresionados por su belleza, su orden, su coherencia (…). No puedo creer que todos estos fenómenos, que se unen como perfectos engranajes, puedan ser resultado de una fluctuación estadística, o una combinación del azar. Hay, evidentemente, algo o alguien haciendo las cosas como son. Vemos los efectos de esa presencia, pero no la presencia misma. Es este el punto en que la ciencia se acerca más a lo que yo llamo religión” (El País, 20-VII-1985).

Steven Weinberg, premio nóbel de física en 1.979 decía en Abril de 1.999:

Algunos físicos han argumentado que ciertas constantes de la naturaleza tienen valores que parecen haber sido misteriosamente ajustados con precisión para tomar valores que permitan la aparición de la vida, en una forma que sólo podría explicarse por la intervención de un diseñador con algún interés en especial por la vida. No estoy impresionado por estos supuestos ejemplos de ajuste fino. Por ejemplo, uno de los ejemplos más usados de ajuste fino tiene que ver con las propiedades del núcleo del átomo de carbono. La materia remanente de los primeros minutos del universo era casi por completo hidrógeno y helio, sin virtualmente nada de los elementos más pesados como el carbono, nitrógeno y oxígeno que parecen ser necesarios para la vida. Los elementos pesados que encontramos en la tierra se fabricaron cientos de millones de años después en la primera generación de estrellas, y fueron diseminados por el gas interestelar en el cual eventualmente se formó nuestro sistema solar.

El primer paso en la secuencia de reacciones nucleares que crearon los elementos pesados en las primeras estrellas es, usualmente, la formación de un núcleo de carbono a partir de tres núcleos de helio. Hay una probabilidad despreciable de que se produzca un núcleo de carbono en su estado normal (el estado de menor energía) por el choque de tres núcleos de helio, pero es posible producir cantidades apreciables de carbono en las estrellas si el núcleo de carbono pudiera existir en un estado radiactivo con una energía del orden de 7 millones de electrón-voltios (MeV) por encima de la energía del estado fundamental, igualando la energía de los tres núcleos de helio, pero (por razones que no expondré por ahora) no por encima de 7.7 Mev de su estado fundamental.

Este estado radioactivo del núcleo de carbono puede formarse fácilmente en las estrellas a partir de tres núcleos de helio. Después de eso, no habría problema en producir el carbono normal; el núcleo de carbono en su estado radiactivo emitirá espontáneamente radiación y se convertirá en carbono en su estado fundamental no radiactivo, el estado en que se encuentra en la tierra. El punto crítico en la producción del carbono es la existencia de un estado radiactivo que pueda ser producido en colisiones de tres núcleos de helio.

De hecho, del núcleo de carbono se sabe experimentalmente que tiene dicho estado radiactivo con una energía 7.65 Mev por encima de su estado fundamental. A primera vista esto puede parecer una afortunada aproximación; la energía del estado radiactivo del carbono no sobrepasa la permitida para la formación del carbono (y por lo tanto de nosotros) por sólo 0.05 MeV, que es menos de un uno por ciento de 7.65 MeV. Puede parecer que las constantes de la naturaleza de las que dependen las propiedades de todos los núcleos han sido cuidadosamente ajustadas para hacer la vida posible.

Pero mirando más detenidamente, el ajuste fino de las constantes de la naturaleza aquí no parece tan fino. Tenemos que considerar por qué la formación del carbono en las estrellas requiere la existencia de un estado radiactivo del carbono con una energía no mayor que 7.7 MeV por encima de su estado fundamental. La razón es que el núcleo de carbono en este estado se forma realmente en un proceso con dos pasos: primero, dos núcleos de helio se combinan para formar el núcleo inestable de un isótopo del berilio, berilio 8, el cual ocasionalmente, antes de fragmentarse, captura otro núcleo de helio, formando un núcleo de carbono en su estado radiactivo, que después decae y se convierte en carbono normal. La energía total del berilio 8 y un núcleo de helio en reposo es de 7.4 MeV por encima de la energía del estado fundamental del núcleo del carbono; así que si la energía del estado radiactivo del carbono fuese mayor de 7.7 Mev sólo podría formarse en una colisión entre un núcleo de carbono y un núcleo de berilio 8 sólo si la energía cinética de los dos núcleos fuese al menos de 0.3 MeV - una energía que es extremadamente improbable encontrar a las temperaturas a las que se encuentran las estrellas.

Así que el hecho crucial que afecta a la producción de carbono en las estrellas no son los 7.65 MeV del estado radiactivo del carbono por encima de su estado fundamental, sino los 0.25 Mev del estado radiactivo, un compuesto inestable formado por un núcleo de berilio 8 y un núcleo de helio, por encima de la energía de estos núcleos en reposo1. La energía no sobrepasa el límite para la producción del carbono por una fracción que es del orden de 0.05 MeV/0.25 MeV, un 20 por ciento, que no es una aproximación tan fina después de todo.

Esta conclusión sobre la lección que hemos estudiado sobre la síntesis del carbono es de alguna forma controvertida. En cualquier caso, hay una constante cuyo valor parece haberse ajustado notablemente a nuestro favor. Es la densidad de energía del espacio vacío, también conocida como constante cosmológica. Podría haber tomado cualquier valor, pero a partir de primeros principios uno podría esperar que esta constante debería ser muy grande, y podría ser positiva o negativa. Si fuera grande y positiva, la constante cosmológica actuaría como una fuerza repulsiva que se incrementaría con la distancia, una fuerza que impediría a la materia unirse en el universo primitivo, el proceso que fue el primer paso en la formación de las galaxias, estrellas, planetas y por último las personas. Si fuera grande y negativa, la constante cosmológica actuaría como una fuerza atractiva que se incrementa con la distancia, una fuerza que casi inmediatamente revertiría la expansión del universo y causaría su colapso, no dejando tiempo para la evolución de la vida. De hecho, las observaciones astronómicas muestran que la constante cosmológica es bastante pequeña, mucho más pequeña que lo que podríamos esperar a partir de primeros principios.

Todavía es muy pronto para decir si hay algún principio fundamental que pueda explicar porque la constante cosmológica debe ser tan pequeña. Pero incluso si no hay tal principio, recientes desarrollos en la cosmología ofrecen una posibilidad de explicación de porque los valores medidos de la constante cosmológica y otras constantes físicas son favorables a la aparición de la vida inteligente. De acuerdo con las teoría de "inflación caótica" de André Linde y otros, la nube de miles de millones de galaxias que se expanden y que llamamos big bang puede que no sea sino un fragmento de un universo mucho más grande en el que los big bangs se producen constantemente, cada uno con valores diferentes de las constantes fundamentales.

En este tipo de imagen, en el que el universo contiene muchas partes con diferentes valores de lo que llamamos constantes de la naturaleza, no habría ninguna dificultad en entender porque estas constantes toman valores favorables para la aparición de la vida inteligente. Habría un inmenso número de big bangs en el que las constantes de la naturaleza tomarían valores desfavorables para la vida, y sólo unos pocos donde la vida sería posible. No hay necesidad de recurrir a un diseñador benevolente para explicar porque estamos en una de las partes del universo donde la vida es posible: en cualquier otra parte del universo no hay nadie para realizar la pregunta2. Si cualquier teoría de este tipo resulta ser correcta, entonces concluir que las constantes de la naturaleza han sido finamente ajustadas por un diseñador benevolente sería como decir, "¿No es maravilloso que Dios nos pusiese aquí en la tierra, donde hay agua y aire, y la gravedad y temperatura son tan confortables, en vez de en algún lugar horrible, como Mercurio o Plutón?" ¿En que otro lugar del sistema solar aparte de la tierra podríamos haber evolucionado?

Este tipo de razonamiento se llama "antrópico". A veces da lugar a afirmaciones del tipo de que las leyes de la naturaleza son como son para que podamos existir, sin mayores explicaciones. Esto me parece poco más que cualquier galimatías místico. Por otro lado, si existiese un gran número de mundos en los que las constantes tomasen valores diferentes, entonces la explicación antrópica de porque en nuestro mundo toman valores favorables a la vida es de sentido común, tanto como explicar porque vivimos en la tierra en vez de en Mercurio o Plutón. Los valores actuales de la constante cosmológica, recientemente medidos por observaciones del movimiento de supernovas distantes, es lo que podrías esperar de este tipo de argumento: es suficientemente pequeña para que no interfiera con la formación de las galaxias. Pero todavía no sabemos suficiente sobre la física para decir si hay diferentes partes del universo en los que las usualmente denominadas constantes de la física toman realmente valores diferentes. Esta no es una pregunta sin respuesta; seremos capaces de contestarla cuando sepamos más sobre la teoría cuántica de la gravitación de lo que sabemos ahora.

Habría una evidencia para un diseñador benevolente si la vida fuese mejor de lo que sería previsible en ese caso. Para considerar esto, debemos tener en mente que una cierta capacidad para el placer habría evolucionado de buena gana a través de la selección natural, como un incentivo para que los animales que necesitan comer y reproducirse lo pasasen en sus genes. Puede que no sea probable que la selección natural en cualquier planeta produzca animales lo suficientemente afortunados para tener el tiempo y la habilidad de hacer ciencia y pensar en abstracto, pero nuestra muestra del producto de la evolución está muy condicionado por el hecho de que sólo en esos casos afortunados hay alguien preguntándose sobre el diseño cósmico. Los astrónomos llaman a esto efecto de selección.

El universo es muy grande, y quizás infinito, así que no debería sorprendernos que, entre la enorme cantidad de planetas que pueden soportar sólo vida sin inteligencia y el aún mayor número de los que no pueden soportar ningún tipo de vida, exista una minúscula fracción en los que haya seres vivos capaces de preguntarse sobre el universo, como nosotros hacemos aquí. Un periodista al que se le asigne entrevistar a los ganadores de la lotería puede llegar a sentir que alguna providencia especial ha estado trabajando en su provecho, pero debería tener en mente el número muchísimo mayor de jugadores de lotería a los que no ha entrevistado porque no han ganado nada. Así, para juzgar si nuestras vidas muestran evidencias de un diseñador benevolente, no sólo debemos preguntarnos si nuestra vida es mejor de lo que sería de esperar a partir de lo que conocemos de la selección natural, sino que debemos tener en cuenta la subjetividad introducida por el hecho de que somos nosotros los que estamos pensando en el problema.

Mi comentario: una vez más mi conclusión es que no se piensa solo con la inteligencia como ingenuamente “pensamos”, se “piensa” con la vida entera: con la capacidad intelectual, con la experiencia, con la ideología, con los hábitos afirmados en la propia vida mediante repetición de acciones; los juicios de valor se manifiestan necesariamente en nuestros juicios de todo tipo, también en los científicos. En definitiva, que tenemos que reformular lo que queremos decir con la palabra pensar porque no me cabe la menor duda de que “pensamos” con la vida entera. Y me parece que lo prudente a la hora de juzgar las opiniones de los demás es, antes de prestarles nuestro asentimiento a aquellas que sean importantes, conocer la vida y la conducta de estas personas para emitir nuestro juicio definitivo.

Y aunque no tengo datos de la vida de todos los que han expresado sus opiniones en esta recopilación, si tengo algunos que paso a exponer con el máximo respeto y que demuestran que las opiniones de todo tipo están condicionadas por la propia vida, no solo, ni mucho menos, por nuestras capacidades intelectuales:

Steven Weinberg habla de su vida:

Esta es una cuestión que cada uno ha de responderse a si mismo. Ser un físico no es ninguna ayuda en asuntos como este, así que he de hablar de mi propia experiencia. Mi vida ha sido notablemente feliz, quizás por encima del 99.99 por ciento de la felicidad humana, pero incluso así, he visto morir a mi madre de un doloroso cáncer, la personalidad de mi padre destrozada por el Alzheimer y varios familiares lejanos muertos durante el Holocausto. Los signos de un diseñador benevolente están bastante bien ocultos.

El predominio de la maldad y la miseria ha fastidiado siempre a aquellos que creen en un Dios benevolente y omnipotente. A veces se ha excusado a Dios apuntando la necesidad del libre albedrío. Milton da a Dios este argumento en su Paraíso Perdido (Paradise Lost):

I formed them free, and free they must remain Till they enthral themselves: I else must change Their nature, and revoke the high decree Unchangeable, eternal, which ordained Their freedom; they themselves ordained their fall.

Los creé libres, y libres deben continuar Hasta que se esclavicen a si mismos: Yo también debo cambiar Su naturaleza, y revocar el alto decreto Inamovible, eterno, que ordena Su libertad; ellos mismos han ordenado su caída.

Me parece un poco injusto con mis parientes ser asesinados para dar la oportunidad a los Alemanes de tener libre albedrío, pero incluso apartando este caso, ¿Cómo da cuenta el libre albedrío del cáncer? ¿Es una oportunidad para el libre albedrío de los tumores?

No necesito argumentar aquí que la maldad en el mundo prueba que el universo no ha sido diseñado, sólo que no hay indicios de benevolencia que puedan mostrar la mano de un diseñador. Pero de hecho, la percepción de que Dios no puede ser benevolente es muy vieja. Los trabajos de Aeschylus y Euripides hacen una declaración explícita de que los dioses son crueles y egoístas, aunque esperan un mejor comportamiento por parte de los hombres. El Dios del Antiguo Testamento nos dice que cortemos las cabezas de los infieles y nos demanda que estemos dispuestos a sacrificar la vida de nuestros hijo a una orden suya, y el Dios del Cristianismo tradicional y el del Islam nos maldice por toda la eternidad si no los adoramos de la forma justa. ¿Es esto una buena forma de comportamiento? Lo sé, lo sé, no debemos juzgar a Dios de acuerdo con los estándares humanos, pero aquí veo un problema: Si todavía no estamos convencidos de Su existencia, y estamos buscando signos de Su benevolencia, entonces ¿qué otros estándares podemos usar?

Las materias sobre las que se me ha pedido que hable aquí pueden parecer a muchos terriblemente anticuadas. El "argumento del diseño" propuesto por el teólogo inglés William Paley no está en la mente de la mayoría de las personas hoy en día. El prestigio de la religión parece derivar hoy de lo que la gente considera que ha sido su influencia moral, más que de lo que piensan que ha sido su acierto en dar cuenta de lo que vemos en la naturaleza. Recíprocamente, he de admitir que, a pesar de que realmente no creo en un diseñador cósmico, la razón por la que he aceptado discutir sobre este tema es porque creo que el balance moral de la influencia de la religión ha sido terrible.

Esta es una cuestión demasiado extensa para ser solventada aquí. Por una parte, puedo apuntar el sinfín de ejemplos del daño hecho por exaltados religiosos, a lo largo de la interminable historia de pogromos, cruzadas y jihads. En nuestro propio siglo fue un fundamentalista Musulmán quien asesinó a Sadat, un fundamentalista Judío quien asesinó a Rabin, un fundamentalista Hindú quien mató a Gandhi. Nadie puede decir que Hitler fuera un fundamentalista Cristiano, pero es difícil imaginar al Nazismo siendo lo que fue sin las bases provistas por siglos de antisemitismo Cristiano. Por otro lado, muchos admiradores de la religión enumerarán los incontables ejemplos del bien hecho por la religión. Por ejemplo, en su reciente libro Imagined Worlds, el distinguido físico Freeman Dyson ha enfatizado el papel del credo religioso en la supresión de la esclavitud. Me gustaría comentar brevemente este punto, no para tratar de probar nada con un ejemplo sino sólo para ilustrar que pienso acerca de la influencia moral de la religión.

Es cierto que la campaña contra la esclavitud y el comercio de esclavos fue impulsada grandemente por devotos Cristianos, incluyendo al lego Evangélico William Wilberforce en Inglaterra y el ministro Unitario William Ellery Channing en América. Pero la Cristiandad, como cualquier otra gran religión, vivió confortablemente con la esclavitud durante muchos siglos, y la esclavitud estaba defendida en el Nuevo Testamento. Así que ¿cuál era la diferencia con los Cristianos antiesclavistas como Wilberforce y Channing? No había ningún descubrimiento de nuevas escrituras sagradas, y ni Wilberforce ni Channing pretendían haber recibido ninguna revelación sobrenatural. Más bien, el siglo dieciocho había presenciado un rápido incremento de la racionalidad y humanitarismo que permitieron a otros - como por ejemplo, Adam Smith, Jeremy Bentham y Richard Brinsley Sheridan - oponerse también a la esclavitud, en campos que no tenían nada que ver con la religión. Lord Mansfield, el autor de la decisión en el Caso Somersett, que acabó con la esclavitud en Inglaterra (pero no en sus colonias), fue no más que convencionalmente religioso, y su decisión no menciona argumentos religiosos. Aunque Wilberforce fue el instigador de la campaña contra el comercio de esclavo en 1790, este movimiento tenía un apoyo fundamental de muchos Parlamentarios como Fox y Pitt, que no eran conocidos exactamente por su piedad. Tanto como puedo ver, el tono moral de la religión se ha beneficiado más del espíritu de los tiempos de lo que el espíritu de los tiempos se ha beneficiado de la religión.

Donde la religión marcó la diferencia, fue más en apoyar la esclavitud que en oponerse a ella. Argumentos de las escrituras fueron usados en el Parlamento para defender el comercio de esclavos. Frederick Douglass contó en su Narrativa como su condición de esclavo empeoró cuando su maestro experimentó una conversión religiosa que le permitió justificar la esclavitud como el castigo a los niños de Ham. Mark Twain describía a su madre como una persona genuinamente buena, cuyo gentil corazón se compadecía incluso de Satanás, pero que no tenía ninguna duda sobre la legitimidad de la esclavitud, porque en los años en que había vivido en el Missouri de antes de la guerra no había oído ningún sermón que se opusiese a la esclavitud, sino sólo incontables sermones predicando que la esclavitud era el deseo de Dios. Con o sin religión, la gente buena seguirá haciendo el bien y la gente mala seguirá haciendo el mal; pero para que la gente buena haga el mal -hace falta la religión.

En un mensaje electrónico de la Asociación Americana para el Avance de la Ciencia se me dijo que el objetivo de esta conferencia es el de tener un diálogo constructivo entre la ciencia y la religión. Yo estoy a favor de un diálogo entre la ciencia y la religión, pero no un diálogo constructivo. Uno de los grandes logros de la ciencia ha sido, si no hacer imposible que las personas inteligentes sean religiosas, al menos hacer posible que ellas no tengan que ser religiosas. No debemos retroceder de este objetivo alcanzado.

Sobre la vida de John Wheeler:

Hijo de bibliotecarios, y el mayor de cuatro hermanos, John Archibald Wheeler siempre se movió en un ambiente culto, rodeado de libros. Fue un niño inquisitivo desde muy corta edad y sobresalió entre los alumnos de su escuela. Fue promovido de cuarto a octavo grado de Primaria en sólo un año.

Siempre se sintió atraído por las matemáticas, a las que dedicaba todo el tiempo que podía. Cuando alcanzó los estudios secundarios, ya estaba seguro de que quería llegar a la universidad y estudiar una carrera técnica.

Trabajando duro consiguió una beca con la que empezó sus estudios de Ingeniería en 1927, con tan sólo 16 años. En sus años universitarios, Wheeler descubrió su pasión por la Física y se graduó en esta materia con la nota más alta.
No conforme con sus estudios en la universidad, una vez terminados, decidió seguir en el campo de la investigación, consiguiendo varias becas en sucesión, gracias a las cuales siguió investigando la Física Nuclear, junto a científicos tan importantes como Einstein o Niels Bohr. Fue el tutor de Richard Feynman en su tesis de doctorado en Física Teórica en el año 1942. Durante la Segunda Guerra Mundial se unió al Proyecto Manhattan para el desarrollo de la bomba atómica y continuó con el desarrollo de la bomba de hidrógeno.

Uno de sus trabajos más reconocidos es su investigación en torno a los llamados agujeros negros, término que adoptó en 1967, durante una conferencia en Nueva York. Así, explicó el posible fin de las estrellas y la destructora región que dejan tras de sí los restos de éstas, cuyo poder de gravitación absorbe todo lo que se acerca a ellas.
Creó las palabras agujero de gusano (para nombrar a las entidades hipotetizadas en 1916 por Ludwig Flamm) y agujero negro (hipotetizados por Karl Schwarzschild también hacia 1916), agujero blanco, geón , espuma cuántica y geometrodinamica . También es uno de los principales difusores del principio antrópico. En el Prefacio de El principio cosmológico antrópico,[1] escribía: “No es únicamente que el hombre esté adaptado al universo. El universo está adaptado al hombre. ¿Imagina un universo en el cual una u otra de las constantes físicas fundamentales sin dimensiones se alterase en un pequeño porcentaje en uno u otro sentido? En tal universo el hombre nunca hubiera existido. Este es el punto central del principio antrópico. Según este principio, en el centro de toda la maquinaria y diseño del mundo subyace un factor dador-de-vida”.

"El tiempo que me queda sobre la Tierra es limitado. Y el interrogante de la creación es tan formidable que, difícilmente puedo tener la esperanza de resolverlo en el tiempo que me queda”. Así se expresaba pocos años antes de su muerte, John Archibald Wheeler, uno de los físicos más importantes del siglo XX.

Paul Charles William Davies (22 de abril de 1946) es un físico, escritor y locutor británico reconocido a escala internacional. Actualmente ocupa la posición de profesor en la Universidad Estatal de Arizona, donde dirige el instituto BEYOND: Center for Fundamental Concepts in Science. Anteriormente ha ocupado cargos académicos en la Universidad de Cambridge, Universidad de Londres, Universidad de Newcastle, Universidad de Adelaida y en la Universidad de Macquarie, Sydney. Sus investigaciones se centran en el campo de la cosmología, teoría cuántica de campos, y astrobiología. Davies considera que un viaje de solo ida a Marte es una opción viable.

En 2005 aceptó la presidencia del Grupo de Trabajo de Postdetección del SETI de la Academia Internacional de Astronáutica.

En abril de 1999 el asteroide 1992 OG fue llamado oficialmente (6870) Pauldavies en su honor.

Sir Fred Hoyle (Bingley, Yorkshire, Inglaterra, 24 de junio de 1915 - Bournemouth, Inglaterra, 20 de agosto de 2001). Eminente matemático, astrofísico y escritor británico.

Trabajó en casi todos los campos de la astrofísica. Hoyle fue un astrofísico muy polémico y, a pesar de ello, ampliamente respetado. Hoyle es célebre principalmente por la propuesta de dos teorías de carácter heterodoxo. La primera, su modelo de Universo Estacionario o Teoría del Estado Estacionario y, la segunda, su propuesta junto a Nalin Chandra Wickramasinghe, en 1978, de la teoría de la Panspermia que afirma que la vida no surgió en la Tierra sino que llegó a nuestro planeta a bordo de cometas capaces de dispersar el mismo tipo de vida por diferentes mundos.

Fue nombrado Caballero del Imperio Británico en 1972. Sir Fred Hoyle recibió en 1968 la medalla de oro de la Real Sociedad Astronómica, en 1994 el Premio Balzan (con Martin Schwarzschild) y en 1997 el Premio Crafoord.

Robert Jastrow (1925 - 8 de febrero de 2008), científico estadounidense. Ha trabajado en el campo de la astronomía, geología, cosmología. Es autor de numerosas obras de divulgación. Fundó en el año 1961 el Instituto Goddard para Estudios Espaciales de la NASA. Director emérito del Observatorio de Monte Wilson y profesor en la Universidad de Columbia, en la que obtuvo el doctorado en física teórica, hasta el final de su vida.

John David Barrow (Londres, 1952), matemático, cosmólogo y divulgador científico británico.

Se doctoró en Oxford en 1977. Después colaboró con los departamentos de Física y Astrofísica de la Universidad de Oxford y de la de California en Berkeley. En 1999 pasó a ser catedrático de matemáticas y de física teórica en la Universidad de Cambridge. Ese mismo año obtuvo la Kelvin Medal de la Royal Glasgow Philosophical Society.

Profesor de la Universidad de Cambridge, es célebre por sus trabajos sobre el llamado principio antrópico, según el cual las leyes físicas del universo están precisamente ajustadas para que sea posible la vida. En 1986, Barrow y Frank Tipler publicaron su famoso libro The Anthropic Cosmological Principle, en el que proponen una formulación ampliada del principio antrópico propuesto originalmente por Brandon Carter en 1974.

El sentido exacto de este principio, así como su validez y sus consecuencias, son muy discutidos; en general, se entiende como una interpretación del universo no mecanicista, sino finalista.

Barrow es miembro de la Royal Society. En 2006 recibió el Premio Templeton.

Frank J. Tipler (n. 1947 en Andalusia, Alabama) es un escritor y profesor de física matemática estadounidense de la Tulane University en Nueva Orleans, Louisiana.

El anterior libro de Tipler, The Anthropic Cosmological Principle (El principio antrópico cosmológico), escrito en colaboración con John D. Barrow), repasa la historia intelectual de la teleología, la larga serie de coincidencias entre Arthur Eddington y Paul Dirac, de lo cual partió Tipler para prever el destino final del universo.

A lo largo del tiempo, Tipler ha mantenido una fructífera relación con el teólogo Wolfhart Pannenberg.

Los escritos de Tipler sobre la revisión por pares han sido citados por William A. Dembski como la base de los estudios actuales sobre progreso y diseño inteligente en el universo, a cargo de la International Society for Complexity, Information and Design, de la que ambos forman parte.

El P. Manuel Carreira S.J., nació en Galicia (España), es doctor en Física por su tesis sobre rayos cósmicos con el Dr.Clyde Cowan, y descubridor del neutrino. Su formación también es filosófica y teológica por la Loyola University, Chicago. Miembro del Observatorio Astronómico del Vaticano, ha hecho compatible su magisterio con su labor de profesor de la John Carroll University, Cleveland (Estados Unidos) y de Filosofía de la Naturaleza en Comillas (Madrid).

Ciencia y Fe: ¿qué son?

Son respuestas parciales a nuestra necesidad de conocer. La Ciencia busca conocer el mundo de la materia en todos sus niveles para entender su estructura, su actividad y evolución. La interacción del mundo con nuestros sentidos se desarrolla con la ayuda de instrumentos. Sus datos se analizan para encontrar relaciones que se expresan como "leyes de la Naturaleza" mediante las cuales se puede predecir el desarrollo de un sistema material e inferir su estado previo. Siempre se acepta la realidad de un mundo objetivo, con parámetros y actividades que no dependen de mis preferencias o cultura. Se proponen explicaciones que tienen que someterse a prueba en nuevas observaciones o experimentos. La verdad científica -la representación correcta del mundo material- tiene como criterio final la verificación experimental de las consecuencias lógicas de nuestras teorías.
Este es el significado actual de la palabra "Ciencia". Lo que no puede comprobarse con un experimento no pertenece al ámbito de la Ciencia, aunque sea una parte obvia de la realidad. El Arte, la Ética, las relaciones humanas, no pueden expresarse con una ecuación. Incluso la Matemática pura es independiente de cualquier referencia a la materia: como la Poesía o la Filosofía, es una construcción lógica que se apoya sobre un razonamiento correcto.
La Fe, sea en materias de religión o en un tribunal humano, es un conocimiento obtenido por el testimonio de testigos "dignos de fe", y no por propia experiencia o raciocinio. Decir que "creer" significa aceptar algo sin razones es absurdo: tal proceder sería irracional en cualquier campo. La fe humana, que se apoya en el testimonio de personas sabias y veraces, es la fuente de casi todo lo que conocemos. Nos da certeza aun en contra del testimonio de nuestros sentidos, y en cosas que no comprendemos: todos aceptamos por la teoría atómica que lo que parece sólido es casi todo vacío, y se usa la Mecánica Cuántica que va totalmente contra nuestro sentido común.
Toda la Historia se basa en el testimonio de generaciones previas. Ningún experimento nos dice cuándo se descubrió América o quién pintó la Capilla Sixtina. Ni puede un cálculo matemático establecer el significado de una ley civil ni la autoría del Quijote. Es la aceptación de testimonio lo que permite el desarrollo cultural: los animales no transmiten conocimiento. Su proceder es el resultado de programación genética o experiencia individual.
La Fe religiosa -no el esfuerzo filosófico por entender nuestra relación con Dios- descansa sobre el testimonio de los que tuvieron una revelación sobrenatural. El Cristianismo se basa en el testimonio histórico de quienes vivieron con Cristo, oyeron sus enseñanzas, vieron sus milagros, llegaron a la conclusión cierta de que Él era Dios y Hombre, y consagraron sus vidas a proclamar su mensaje. Su veracidad se demuestra por su fidelidad hasta la muerte, contra todas las persecuciones, sostenida por su experiencia de la muerte y resurrección de Cristo mismo. Esta fe se transmite con una certeza que se apoya en la Sabiduría infinita de Dios, el único que puede garantizar que ese conocimiento acerca de Dios y nuestro destino se transmita sin deformaciones a pesar de las limitaciones humanas.
Como la Ciencia trata solamente de las propiedades y actividades de la materia, mientras que la Fe religiosa trata de Dios y del destino y dignidad del Hombre, un conflicto entre ambos modos de conocer es imposible. La Ciencia no responderá a preguntas que no pueden someterse a comprobación experimental, como si Dios existe o no, o qué es el espíritu humano, ni si hay existencia tras la muerte. Ningún argumento teológico podrá decirnos cuáles son las fuerzas de la naturaleza o el estado primitivo del Universo ni los mecanismos del proceso evolutivo. La Revelación se nos da para establecer nuestra relación con Dios, no para sustituir a nuestro esfuerzo por conocer y controlar el entorno material.

¿Un diálogo enriquecedor?

Si Ciencia y Fe son modos parciales de conocer una realidad siempre más amplia que lo que cada método aislado presenta, el tener varios puntos de vista puede hacer a la Ciencia más humana y a la Fe más madura. El aceptar que Dios es la fuente de toda existencia, la única razón suficiente del Universo y sus propiedades, infinito Poder, Conocimiento y Amor que da el ser a cada uno de nosotros, nos lleva a apreciar las maravillas de su obra y a reverenciar al Creador en cada átomo y cada estrella. Más aún cuando sabemos que nuestra dignidad es tal que somos "imagen y semejanza" de Dios, y que Él se hizo "Hijo del Hombre" elevando nuestra naturaleza al trono de la divinidad.
Cada persona tiene este rango, superior a todas las estructuras materiales y todos los niveles de vida no-inteligente. Ninguna sociedad ni poder político puede legítimamente privar ni al más humilde ser humano de la gloria y dignidad que Dios ha dado a cada uno. Al mismo tiempo nos reconocemos como encargados de desarrollar a la creación, usando los regalos de Dios para el bien de todos, en una actitud de responsabilidad y no de dominio egoísta y despótico.
Si la Fe enriquece así a la Ciencia, el diálogo es también positivo para la Teología, "el esfuerzo de la Fe por comprender". El Dios que adoramos no es un superhombre caprichoso que se encuentra en la violencia de una tormenta o en un orden artificial de los planetas. Sea en las partículas elementales o en la inmensidad de los espacios vacíos, encontramos la profundidad infinita de sabiduría y poder que es el origen de tantas maravillas. Dios se manifiesta en sus criaturas y nos alegramos con cada nuevo descubrimiento de ese plan que lleva desde el remoto comienzo de la Gran Explosión hasta Cristo, y luego al triunfo de la materia sobre la muerte y la falta de sentido de una destrucción final.
¿Qué nos dice la Biblia?
Los mitos primitivos expresaban en forma poética los puntos de vista, propios de una cultura, que daban sentido a la existencia y a las relaciones con otras cosas, visibles o invisibles. Todas las religiones incluyen un relato de orígenes humanos, casi siempre atribuidos a una intervención divina.
La Biblia no es un libro de texto de ninguna ciencia: es la expresión de una conciencia religiosa, que usa lenguaje humano y formas poéticas para enseñar verdades fundamentales de nuestra dependencia de Dios, nuestra dignidad y nuestros deberes hacia el Creador y hacia los demás. Esta es su finalidad, que se alcanza presentando verdades abstractas en el lenguaje poético de la gente sencilla.
El problema físico del origen del Universo no se responde directamente en el libro del Génesis: su idea central es el subrayar que Dios no es parte del mundo de la materia ni está su existencia condicionada por la actividad material. Con un simple acto de su voluntad, por su Palabra omnipotente, vienen a la existencia todas las cosas y encajan en sus planes sin resistencia alguna. El mundo se prepara para ser morada del Hombre, y Dios crea a la humanidad con el cuidado y el cariño de un Padre. Somos parte del mundo animal por nuestra biología, y como seres racionales le damos su máximo nivel de dignidad y de destino a una vida eterna. Solamente una rebeldía que niega nuestra condición de criaturas nos somete a la muerte, pero hay una promesa generosa de salvación que se va perfilando en el anuncio del Mesías.
Esto es perfectamente compatible con la Ciencia, pero no depende de teorías científicas. Ni la Gran Explosión ni otras teorías de evolución cósmica pueden cambiar el hecho de que no nos damos la existencia a nosotros mismos, ni puede ser la materia la que explica todo lo que somos. Las cuatro fuerzas que la Ciencia reconoce en la naturaleza son incapaces de explicar la consciencia, el pensamiento abstracto, la voluntad libre. La evolución biológica será el mecanismo de transmisión hereditaria de estructuras -órganos- o modos instintivos de proceder, pero no puede explicar cultura, arte, filosofía, ni la misma ciencia. Y el sentido final del Universo y de la vida humana termina siendo un misterio o un absurdo en el contexto de una evolución futura, a no ser que se acepte una realidad -el espíritu humano- que puede sobrevivir a la destrucción de todas las estructuras materiales predicha por la Ciencia.
Solamente dentro del marco de la revelación bíblica y cristiana tiene sentido el Universo, desde su origen en la voluntad omnipotente de Dios hasta el triunfo final sobre la muerte y la desintegración cósmica. Una victoria realizada ya en la resurrección de Cristo y prometida a cuantos aceptan y siguen el plan de Dios. Ningún razonamiento físico puede predecir o negar esa transformación maravillosa. Pero si no podemos entender realmente ni una partícula atómica, no debe sorprendernos que Dios nos resulte incomprensible, y que solamente por la luz de la Fe podamos conseguir una síntesis satisfactoria que muestra a toda la creación procediendo de Dios y dirigiéndose hacia Él.
No, no tengo ningún problema siendo un científico y un sacerdote creyente. Doy gracias a Dios por el regalo de la Revelación y la Fe, y le agradezco también la alegría y felicidad que siento cuando estudio sus obras y veo en cada una de ellas un reflejo de su gloria

Juan Arana Cañedo-Argüelles (n. San Adrián, Navarra, 1950) es Catedrático de Filosofía de la Universidad de Sevilla y profesor visitante en Maguncia, Münster y París VI –La Sorbona-, director de la revista de filosofía Thémata y autor de numerosos libros, artículos y colaboraciones en obras colectivas.

En 1984, Arana obtiene una beca Humboldt que le permite trabajar durante 15 meses en Mannheim, Münster y Erlangen. Más tarde realiza estancias prolongadas en Friburgo, Maguncia, Münster, Múnich y Berlín, con el apoyo y asesoramiento, entre otros, de los profesores Kaulbach, Inciarte y Saame. Durante el curso 1992-93 trabaja como profesor invitado en la Universidad de París IV. En 1986 gana la cátedra de filosofía de la naturaleza de la Universidad de Sevilla, en la que permanece hasta hoy.

Cornelis "Cees" Dekker, born in Haren (The Netherlands) in 1959 is a scientist known for his research on carbon nanotubes and molecular biophysics. He has more than 200 publications, including more than 20 papers in Nature and Science.[1],[2] Four of his group publications have been cited more than 1000 times, 25 papers got cited more than 100 times, and in 2001, his group work was selected as "breakthrough of the year" by the journal Science. Dekker’s research style is characterized by a strong drive and enthusiasm for science, longterm vision, and experimental research directed at exploring novel phenomena in unknown territories. In recognition of his achievements, Dekker has been elected Member of the Royal Netherlands Academy of Arts and Sciences and Fellow to the American Physical Society and the Institute of Physics. He was awarded a number of national and international prizes, including the 2001 Agilent Europhysics Prize and the 2003 Spinozapremie. He also was granted an honorary doctorate from Hasselt University, Belgium.

He received a PhD in Experimental Physics at the University of Utrecht in 1988. From 1988 to 1993 Dekker was University Lecturer at the University of Utrecht; in these years he also worked in the United States as Visiting Researcher at IBM Research. It was during this period that Dekker carried out research at the University of Utrecht and at IBM on magnetic spin systems and on noise in superconductors and semiconductors. In 1993 he was appointed as Associate Professor at Delft University of Technology. At the end of the 90s Dekker and his team achieved success with the discovery of the electronic properties of carbon nanotubes, the first single-molecule transistor and applied nanoscience. In 1999 he was appointed to the Antoni van Leeuwenhoek Professorship, a chair for outstanding young scientists. In 2000, he was appointed in a regular full professorship in Molecular Biophysics at the Faculty of Applied Sciences. In 2007, he was appointed as a Distinguished University Professor at Delft.[3] Since 2010, he is the Chair of a new Department of Bionanoscience at the Kavli Institute of Nanoscience at Delft University.