martes, 26 de enero de 2010

De la II República a nuestros dias

"Sí, ya se consabe que hemos promulgado que no hay religión de Estado; ¿pero quiere esto decir que la nación no tiene un alma tradicional y popular, o sea laica; que no tiene una religión laica, popular, nacional y tradicional? ¿Quiere ello decir que va a quedarse la patria desalmada? No, no puede querer decir eso, y nada sería más cavernario, más troglodítico que la imposición de un agnosticismo oficial pedagógico. Aun prescindiendo de confesiones dogmáticas, creer que los maestros nacionales -nacionales, ¿eh?, y no estatales- puedan educar a los niños españoles escamoteando toda noción religiosa es sencillamente no darse cuenta de lo que tiene que ser la educación pública, patriótica.

"En estos días las mujeres, las madres, de una famosa villa de esta provincia de Salamanca se amotinaron al saber que se iba a quitar el crucifijo de las escuelas, y ha habido que dar satisfacción al sentimiento de ese motín popular, hondamente popular, contra una orden disparatada. Disparatada y perdónenos el que la haya dado, de inspiración no sólo anti-nacional, anti-popular y anti-histórica, sino también anti-pedagógica. La presencia del crucifijo en las escuelas no ofende ningún sentimiento, ni aún al de los racionalistas y ateos, y el quitarlo ofende al sentimiento popular hasta de los que carecen de creencias confesionales".

Miguel de Unamuno, "Guerra civil cavernícola", El Sol, Madrid, 29 de enero de 1932

domingo, 17 de enero de 2010

... y te descubriré todo lo que hay en tu corazón

Si os digo que estoy convencido que quien menos se conoce a sí mismo es uno mismo la mayoría de vosotros me va a calificar de tonto solemne por haber dicho una solemne tontería. Pero dejarme que le pongo un poco la lupa a mi afirmación.
Es verdad que todos podemos tener secretos que no compartimos con nadie o con casi nadie y que nos dan en esto de conocernos un plus de superioridad. Sin embargo no me estoy refiriendo yo al conocimiento de cosas sobre nosotros mismos, me estoy refiriendo al íntimo conocimiento de nosotros mismos. No me estoy refiriendo a lo accidental, sino a lo sustancial en el sentido que lo empleó la sabiduría griega cuando escribió en el frontispicio del templo de Delfos, allá por el siglo VI antes de Cristo, la inscripción "Conócete a ti mismo".
Quizá empecemos a caer en la cuenta que esto de conocerse de verdad no es tan fácil y que no lo era ya para aquellos que han configurado en gran parte nuestra forma de pensar: los griegos.
¿Hay algún método que permita conocerse a uno mismo? No lo hay si se entiende método en sentido estático, como un procedimiento que aplico ahora y ya adquiero el conocimiento de mi mismo que busco. Los problemas de la vida no tienen nunca un carácter estático, lo tienen dinámico. En este sentido si se puede hablar de un método que permita cada dia avanzar en el conocimiento propio.
Julián Marías proponía un ejercicio que, si se realiza con profundidad (es sabido que hay personas que no tienen capacidad para profundizar), permite conocer la verdad sobre uno mismo. Un ejercicio que posibilita desprenderse de toda la superestructura que la cultura vigente ha ido añadiendo a nuestro núcleo vital más íntimo; todas esas "capas de cebolla" que no son nuestras ni siquiera sabríamos describir con precisión de donde proceden, sin embargo condicionan profundamante nuestra forma de pensar y sobre todo nuestra forma de actuar. El ejercicio es el siguiente; perdonar que insista una vez más: para realizarlo hay que relajarse, darse al menos media hora de silencio interior (ya hemos dicho que hay personas que no estan capacitadas para ello)y ponerse manos a la obra. Se trata de imaginarse, mejor de tratar de vivir en presente la siguiente situación: pasado mañana vas a morir (no te asustes, supersticioso, que eres un supersticioso; se trata solo de que te pongas en situación), te quedan 48 horas de vida; quizá estas trabajando, en medio de la algarabía habitual, quizá practicando alguna de tus muchas aficiones, quizá conversando con un amigo, quizá abrazando a tu hija. Pero ahora sabes que dentro de cuarenta y ocho horas abandonas la vida; entras dentro de tí mismo, procuras sustraerte al temor propio de un hecho que contraría radicalmente tu instinto de superviviencia, y te concentras en ello. Quizá descubres que tu escritorio esta un poco desordenado, recuerdas que esta mañana no le diste mucho sentido al beso de despedida; quizá piensas que las risas que echaste con los compañeros de trabajo o con los compañeros de clase no eran muy sinceras; risas un poco forzadas. Puede que no hayas vivido últimamente con demasiada profundidad: ni siquiera has sabido apreciar ese agradable sonido que un pajarillo te regaló el otro dia cuando abriste la ventana. Quizá debiste haber prestado más atención a tu hija que, el otro día, parecía tener ganas de hablar contigo. ¿No estarás viviendo superficialmente? ¿No estarás pensando con las ideas de otro? ¿No habrás dedicado mucho tiempo a tus cosas y poco a las suyas? ¿No habrás desaprovechado muchas ocasiones de sacar de tí y de ella lo mejor?. No pares, tienes que terminar el ejercicio; no seas perezoso. Si eres valiente y llegas al final sabrás tu verdad, habrás sido capaz de desbrozar toda la maraña que rodea esa parte de tí en la que se esconde el secreto; y serás tú mismo. Si es así, ¡enhorabuena! porque vas a empezar a ser capaz de pensar y de actuar desde tí mismo.

jueves, 14 de enero de 2010

No pensamos con la inteligencia ...

Es digna de análisis la actitud acrítica o poco reflexiva a la que todos tendemos cuando escuchamos argumentos acordes con nuestra forma de pensar.
Parto del supuesto siguiente: a la verdad de las cosas no se llega solo con la inteligencia; es más, ni siquiera es esta, las más de las veces, la regla más importante para medir la verdad de las cosas.
¿Y si no se piensa con la inteligencia, con qué se piensa, dirán ustedes?. Mi respuesta es clara: se piensa con la vida; la capacidad de análisis es una parte de la vida, pero también lo es la experiencia, la ideología, la forma de vivir en la práctica, etc. Ya decía Planck, y no cabe dudar de su excepcional capacidad de análisis, que:"Una nueva verdad científica no suele imponerse convenciendo a sus oponentes sino más bien porque sus oponentes desaparecen paulatinamente y (son sustituidos por) una nueva generación familiarizada desde el principio con la (nueva) verdad."
Es decir, hasta las mentes más preclaras se aferran a sus puntos de vista previos, a los prejuicios o a los intereses a la hora de enfrentarse a los problemas.
Por lo tanto es prudente adoptar una actitud precavida y realizar la crítica al menos de aquello que tiene importancia en nuestra vida.
Y especialmente cuando lo que se propone a nuestra aceptación intelectual o vital esta en la línea de nuestra ideología, porque en este caso es más probable la aceptación acrítica.
Y que quede claro que no es poco el esfuerzo que esto supone: luchar sistemáticamente contra los tópicos y la pereza intelectual.

sábado, 2 de enero de 2010

El progreso tecnológico y el progreso moral

Es necesario hacer una distinción elemental cuando hablamos de progreso. No cabe duda que en el campo tecnológico el progreso sigue una linea ascendente y acelerada. Especialmente el siglo XX ha sido espectacular en la cantidad y la calidad de las aplicaciones científicas que se han materializado en bienestar para las personas y los pueblos. Sin embargo el progreso moral no tiene porqué seguir los pasos del progreso tecnológico. Sí parece claro que, sin entrar en detalle, el progreso moral también sigue una linea ascendente en relación con los derechos de las personas en una parte importante de la Humanidad y podemos considerar que el depósito moral de ésta se va desarrollando en la línea correcta. No obstante, sin más que repasar el siglo XX a grandes rasgos se descubren algunas discontinuidades de una extensión inaudita en el espacio y en el tiempo: los regímenes en los que el poder ha sido ostentado por el socialismo real han supuesto no solo un freno al crecimiento del bienestar de las personas, sino sobre todo la negación de la libertad individual y la opresión sistemática de la sociedad entera. Y esto durante un periodo de más de cuarenta años, permaneciendo todavía en algunos países. Por otro lado, los fascismos han gangrenado de la misma manera los valores más sagrados de la persona negando la vida y los derechos básicos a capas importantes de la población. Nada garantiza que estas situaciones no se vuelvan a producir. El progreso moral dependerá siempre en último término de los valores que se vayan asentando en la sociedad, que a su vez dependerán de las decisiones personales de los individuos, sin que ninguno tenga garantizado por ningún mecanismo ajeno a la libertad individual que esas decisiones van en la dirección correcta y supongan un incremento de ese patrimonio moral ya existente. En fin, que el progreso moral depende de ti y de mi y de ningún mecanismo automático independiente de tus decisiones y de las mías.