jueves, 14 de enero de 2010

No pensamos con la inteligencia ...

Es digna de análisis la actitud acrítica o poco reflexiva a la que todos tendemos cuando escuchamos argumentos acordes con nuestra forma de pensar.
Parto del supuesto siguiente: a la verdad de las cosas no se llega solo con la inteligencia; es más, ni siquiera es esta, las más de las veces, la regla más importante para medir la verdad de las cosas.
¿Y si no se piensa con la inteligencia, con qué se piensa, dirán ustedes?. Mi respuesta es clara: se piensa con la vida; la capacidad de análisis es una parte de la vida, pero también lo es la experiencia, la ideología, la forma de vivir en la práctica, etc. Ya decía Planck, y no cabe dudar de su excepcional capacidad de análisis, que:"Una nueva verdad científica no suele imponerse convenciendo a sus oponentes sino más bien porque sus oponentes desaparecen paulatinamente y (son sustituidos por) una nueva generación familiarizada desde el principio con la (nueva) verdad."
Es decir, hasta las mentes más preclaras se aferran a sus puntos de vista previos, a los prejuicios o a los intereses a la hora de enfrentarse a los problemas.
Por lo tanto es prudente adoptar una actitud precavida y realizar la crítica al menos de aquello que tiene importancia en nuestra vida.
Y especialmente cuando lo que se propone a nuestra aceptación intelectual o vital esta en la línea de nuestra ideología, porque en este caso es más probable la aceptación acrítica.
Y que quede claro que no es poco el esfuerzo que esto supone: luchar sistemáticamente contra los tópicos y la pereza intelectual.

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