domingo, 17 de enero de 2010

... y te descubriré todo lo que hay en tu corazón

Si os digo que estoy convencido que quien menos se conoce a sí mismo es uno mismo la mayoría de vosotros me va a calificar de tonto solemne por haber dicho una solemne tontería. Pero dejarme que le pongo un poco la lupa a mi afirmación.
Es verdad que todos podemos tener secretos que no compartimos con nadie o con casi nadie y que nos dan en esto de conocernos un plus de superioridad. Sin embargo no me estoy refiriendo yo al conocimiento de cosas sobre nosotros mismos, me estoy refiriendo al íntimo conocimiento de nosotros mismos. No me estoy refiriendo a lo accidental, sino a lo sustancial en el sentido que lo empleó la sabiduría griega cuando escribió en el frontispicio del templo de Delfos, allá por el siglo VI antes de Cristo, la inscripción "Conócete a ti mismo".
Quizá empecemos a caer en la cuenta que esto de conocerse de verdad no es tan fácil y que no lo era ya para aquellos que han configurado en gran parte nuestra forma de pensar: los griegos.
¿Hay algún método que permita conocerse a uno mismo? No lo hay si se entiende método en sentido estático, como un procedimiento que aplico ahora y ya adquiero el conocimiento de mi mismo que busco. Los problemas de la vida no tienen nunca un carácter estático, lo tienen dinámico. En este sentido si se puede hablar de un método que permita cada dia avanzar en el conocimiento propio.
Julián Marías proponía un ejercicio que, si se realiza con profundidad (es sabido que hay personas que no tienen capacidad para profundizar), permite conocer la verdad sobre uno mismo. Un ejercicio que posibilita desprenderse de toda la superestructura que la cultura vigente ha ido añadiendo a nuestro núcleo vital más íntimo; todas esas "capas de cebolla" que no son nuestras ni siquiera sabríamos describir con precisión de donde proceden, sin embargo condicionan profundamante nuestra forma de pensar y sobre todo nuestra forma de actuar. El ejercicio es el siguiente; perdonar que insista una vez más: para realizarlo hay que relajarse, darse al menos media hora de silencio interior (ya hemos dicho que hay personas que no estan capacitadas para ello)y ponerse manos a la obra. Se trata de imaginarse, mejor de tratar de vivir en presente la siguiente situación: pasado mañana vas a morir (no te asustes, supersticioso, que eres un supersticioso; se trata solo de que te pongas en situación), te quedan 48 horas de vida; quizá estas trabajando, en medio de la algarabía habitual, quizá practicando alguna de tus muchas aficiones, quizá conversando con un amigo, quizá abrazando a tu hija. Pero ahora sabes que dentro de cuarenta y ocho horas abandonas la vida; entras dentro de tí mismo, procuras sustraerte al temor propio de un hecho que contraría radicalmente tu instinto de superviviencia, y te concentras en ello. Quizá descubres que tu escritorio esta un poco desordenado, recuerdas que esta mañana no le diste mucho sentido al beso de despedida; quizá piensas que las risas que echaste con los compañeros de trabajo o con los compañeros de clase no eran muy sinceras; risas un poco forzadas. Puede que no hayas vivido últimamente con demasiada profundidad: ni siquiera has sabido apreciar ese agradable sonido que un pajarillo te regaló el otro dia cuando abriste la ventana. Quizá debiste haber prestado más atención a tu hija que, el otro día, parecía tener ganas de hablar contigo. ¿No estarás viviendo superficialmente? ¿No estarás pensando con las ideas de otro? ¿No habrás dedicado mucho tiempo a tus cosas y poco a las suyas? ¿No habrás desaprovechado muchas ocasiones de sacar de tí y de ella lo mejor?. No pares, tienes que terminar el ejercicio; no seas perezoso. Si eres valiente y llegas al final sabrás tu verdad, habrás sido capaz de desbrozar toda la maraña que rodea esa parte de tí en la que se esconde el secreto; y serás tú mismo. Si es así, ¡enhorabuena! porque vas a empezar a ser capaz de pensar y de actuar desde tí mismo.

No hay comentarios: